.: Puerto Maldonado paraiso terrenal :.
La canoa se entromete en la niebla como si quisiera rasgarla, para abrirle paso a los titubeantes rayos de luz, incapaces de encontrar algún resquicio en el manto brumoso, espeso y casi inexpugnable, que parece cubrirlo todo en un amanecer de trazos y sombras difusas, en el que sólo se intuyen troncos retorcidos y sendas de barro.
Y un vientecillo persistente arrastra de a poco la niebla del mustio amanecer. Las sombras desaparecen. Ya nada se intuye. La selva está a la vista y es un grandioso y extraordinario laberinto de verdor... y un tigrillo sagaz, intrépido y silencioso se escabulle de aquellos hombres aventureros que recorren Madre de Dios, un paraíso de la biodiversidad en el sudeste del Perú.
Tierra exuberante y vigorosa que aún no ha sido castigada por los zarpazos destructores de la civilización. Selva feroz e intrincada, calurosa y agobiante, pero pródiga en vida.
En este paraje de la Amazonía -que los conquistadores españoles mitificaron con el nombre de El Dorado- habitan y conviven en perfecta armonía la mayor diversidad de especies de flora y fauna del planeta.
En el departamento de Madre de Dios (su capital es la ciudad de Tambopata - Puerto Maldonado) se encuentran tres áreas de conservación de gran importancia: la Reserva de Biosfera del Manu (declarada por la Unesco como Patrimonio Natural de la Humanidad en 1987), la Zona Reservada Tambopata-Candamo (con poblaciones intactas de varias especies en extinción, como la nutria gigante y el águila harpía) y el Parque Nacional Bahuaja-Sonene (que alberga 450 especies de aves).
Un milagro de la naturaleza: así es Madre de Dios, una tierra ignota de árboles gigantescos, ríos poderosos y brumas espesas, en la que el hombre es un forastero, un ser extraño que se conmueve al oír los susurros de los habitantes de la selva o al caminar por las tortuosas trochas del monte. Aquí nunca reina el silencio. Aquí todo puede suceder.